La obra que los vándalos no pueden nublar.
En esta nueva moda de manifestarse en galerías de arte, hace unos meses, dos personas vandalizaron una obra maestra de John Constable en la Galería Nacional en Londres. Los supuestos activistas ecológicos no eligieron cualquier pintura, sino que atacaron contra su creación más famosa, “La carreta de heno”.
Pero, ¿quién fue este artista y qué importancia tiene para la meteorología?
John Constable (1776-1837) fue un pintor inglés, quien a principio de su carrera realizó retratos y algunos cuadros religiosos, pero que a partir de 1820 se dedicó casi exclusivamente a los paisajes, llegando a ser considerado al día de hoy como el gran renovador del paisajismo inglés. "No hay dos días iguales, ni siquiera dos horas; tampoco ha habido nunca dos hojas de un árbol iguales desde la creación de todo el mundo; y las genuinas producciones de arte, como las de naturaleza, son todas distintas entre sí", escribió. Retrató mayoritariamente panoramas de los lugares donde vivió como Suffolk, Essex y Brighton, en su Inglaterra natal.
Por aquellos años, un joven farmacéutico y meteorólogo aficionado, Luke Horward (1772-1864), publicó varios ensayos relacionados a las nubes y sus formas, el cual detallo en mi artículo de este blog titulado “Con la cabeza en las nubes”. El trabajo de Horward influencia notablemente a Constable, quien entre 1821 y 1822 comienza regularmente a realizar observaciones y a estudiar aquellas nubes que estaba representando. Tal es así, que en el dorso de algunos de sus lienzos, se encuentran notas sobre el estado del tiempo en el momento de pintar el cuadro, con comentarios adicionales sobre la meteorología reinante días antes y después de la obra representada. Solía llamar a esta tarea como “skying” (recorrer el cielo) a la hora de deleitarse con el paisaje nuboso.
En su obra titulada “Estudio de nubes, horizonte con árboles”, Constable describe: “Las nubes se amontonan formando masas de gran densidad y aparentan desplazarse desde lo alto con lentitud; por encima de estas grandes nubes aparecen otras, numerosas y opacas, pequeñas, que pasan con rapidez frente a ellas... Flotan mucho más cerca de la tierra y quizás puedan precipitarse con una corriente de viento más fuerte que, junto con la liviandad que las caracteriza, incide en que se trasladen a gran velocidad.”
Llegó a decir "I am the man of clouds" ("soy el señor de las nubes"). Y no es para menos: sus obras influenciaron a artistas como Turner, Abercromby, Hildebrandson y Ley, entre otros, para crear a principios de siglo lo que sería el primer Atlas de Nubes.
En una carta enviada a su amigo John Fisher, obispo de Salisbury, escribe que “[los cielos] deben ser, y así será siempre en mi pintura, una parte importante de la composición. Sería difícil citar un tipo de paisaje en el que el cielo no sea la 'tónica', el nivel de la 'escala' y el principal 'órgano del sentimiento' […] El cielo es la fuente de la luz en la naturaleza y lo gobierna todo.”
Un hombre tan apasionado por la naturaleza y la observación de las nubes, que dejó su impronta en cada obra realizada. Ojalá que aquellos que incursionaron sobre aquel lienzo tengan la misma pasión de John, y que en vez de dañar el trabajo artístico y científico efectuado en el estudio de las nubes, puedan aportar a la apreciación y cuidado del mundo con mejores ideas, creadoras y productivas, en lugar de otras un tanto más negativas.
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Gran reflexión