Sobre Magonia y los Tempestarii
A bolt of fear went through him / Un rayo de miedo lo atravesó As they thundered through the sky / Mientras tronaban por el cielo For he saw the riders coming hard / Porque vio a los jinetes que venían con fuerza And he heard their mournful cry / Y oyó su llanto lastimero
Esta es parte de la letra de “Ghost riders in the sky”/ “Jinetes en el cielo”, un famoso tema country, donde se relata la historia de un hombre que tiene una visión de fantasmales vaqueros arriando un grupo de vacas entre las nubes. Se dice que esta canción fue la inspiración para la banda The Doors y su conocido tema “Riders on the storm”. Sin embargo, la historia parece tener origen en el mito de “La cacería salvaje”, presente en varias culturas muy antiguas de Europa. Aquí deberíamos ver la letra de bandas tales como Hammerfall y su “Riders of the storm” o quizás de Running Wild y “Riding the storm”…
En resumen, la idea central en todas estas canciones es siempre la misma: un grupo fantasmal o sobrenatural de viajeros vestidos con indumentaria de caza y acompañados de caballos, perros, etc. en una desenfrenada persecución a través de los cielos, a lo largo de la tierra o por encima de ella. Por muchos años se ha utilizado la historia de esta cacería y su sonido tan característico para explicar el origen de las tormentas, fenómeno meteorológico tan magnífico y enérgico, tan espectacular y destructivo a la vez.
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Quizás este razonamiento se haya deformado o sea paralelo al que se daba entre los siglos VII y IX en la Europa Medieval para comprender su formación. Sin embargo, en esta época los extraños personajes no venían a caballo, sino en barcos, y sus jinetes no eran fantasmas, sino seres de algún lugar celestial.
Las embarcaciones provenían de un sitio llamado Magonia, algo así como la “tierra de los magos”, usando las tormentas como medio de desplazamiento. Algunos textos cuentan que los Tempestarii o Tempestarios eran los navegantes que provenían de aquellas lejanas comarcas. Otros, sin embargo, dicen que los Tempestarii eran brujos “hacedores de tormentas” que ayudaban a los Magonianos, los nativos de Magonia, generando fuertes ráfagas de viento, con relámpagos y truenos.
Se creía que los Magonianos arrojaban su cargamento maliciosamente por la borda a través de las nubes, generando el tan temido granizo y destruyendo las cosechas. Luego, desembarcaban y con la ayuda de los Tempestarii, robaban los granos y otros cultivos que quedaban de los campos afectados.
Era frecuente que los Magonianos regresaran a sus naves sin pagarle a los Tempestarii, razón por la cual los “hacedores de tormentas’ los perseguían. Los campesinos veían esta persecución desde la superficie terrestre como “tenues nubes en el cielo que siguen a una tormenta”. Aquí encontramos un paralelismo con aquella cacería salvaje que comentaba en un principio.
Existían algunos magos falsos o intermediarios entre los campesinos y los Tempestarii, quienes cobraban una parte de las cosechas para mantener alejados a los piratas del tiempo.
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En el año 815 D.C., luego de una gran tormenta que destruyó los cultivos en Lyon, Francia, el obispo local, Agobardo, escribió una condena titulada “Sobre granizo y truenos”, quizás el documento más detallado hasta el momento que se ha encontrado sobre Magonia y la práctica realizada por estos individuos.
Algunos dicen que esta misiva fue el resultado del descontento por parte de la iglesia hacia los aldeanos, ya que a muchos les disgustaba pagar el diezmo a tal institución pero que, sin embargo, pagaban libremente el “seguro contra granizo” a los intermediarios con los Tempestari. Por el contrario, otros dicen que este texto fue una forma de mitigar la ira de ciertos pobladores, quienes victimizaban o asesinaban al “controlador del tiempo” al no poder evitar una tormenta.
El escrito de Agobardo describe que en la gran tempestad ocurrida en Lyon, algunos aldeanos vieron a cuatro personas, tres hombres y una mujer, “como si hubieran caído de esas mismas naves”. Los cuatro estuvieron apresados y encadenados, hasta la intervención del obispo, quien, con este manuscrito, logra liberarlos. En el mismo justifica la excarcelación de los acusados aludiendo a que ningún hombre con fines maléficos puede controlar el tiempo, por lo que “no se debe buscar ningún asistente humano en tales eventos, porque no se encontrará ninguno, excepto quizás los santos de Dios, que han hecho y están por hacer muchas cosas”. En los santos de Dios se refiere a las modificaciones del tiempo citadas en La Biblia, como la conversión de Moises del agua en sangre y los ruegos de Elías para manipular la lluvia. Es decir, que para el obispo Agobardo, ningún ser humano tenía la facultad o el poder de modificar el tiempo; pero si era por indicación de Dios, todo estaba permitido.
Ya sea en forma fantasmal, como jinete o pirata, ¿a quién no le gusta viajar entre las nubes?
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