Hace unos días anduve por el sur Argentino, más específicamente por la zona de Esquel, en la provincia de Chubut. Quería conocer en persona al gran abuelo, testigo de tantos cambios en la tierra, de tantos hechos históricos que suceden aquí hace más de 2600 años. El Alerce milenario, un alerce patagónico o “lahuan” (“abuelo” en mapuche) mide 60 mts. de altura y más de dos metros de diámetro. Es originario de Argentina y Chile, y se desarrolla en lo que se conoce como bosque húmedo templado valdiviano o selva valdiviana.
Comenzando la senda de 2km desde Puerto Sagrario, dentro del Parque Nacional Los Alerces, ya se podían apreciar algunos tíos y primos del gran abuelo, entre otros tantos familiares y vecinos dentro bosque. Prestando atención atentamente a la guía que nos acompañaba, me sorprendo al escuchar que el nombre genérico del alerce es “Fitzroya cupressoides”, nombre dedicado al capitán Robert FitzRoy, quien entre 1831 y 1836 estuvo al mando del HMS Beagle durante el famoso viaje de Charles Darwin alrededor del mundo, entre esos lugares, nuestra Patagonia.
Luego de la explicación dada, me acerco a la guía y le comento un par de detalles no menores de Robert, en particular que fue un gran meteorólogo y el primero en emitir un alerta meteorológico. Fue una grata sorpresa para ella escuchar el relato sobre esa historia...
En la noche del 25 y 26 de octubre de 1859, una tormenta severa y de lento movimiento azotó las Islas Británicas. Fue considerada la tormenta más severa que golpeó el Mar de Irlanda en el siglo XIX. Los vientos alcanzaron el número 12 en la escala de Beaufort (temporal huracanado) y su intensidad se estimó en más de 100 mph (160 km/h). Las velocidades del viento registradas en el Rio Mersey fueron las más altas hasta ese momento registradas.
La tormenta se cobró 800 vidas, el doble de las que se perdieron en el mar alrededor de las Islas Británicas en todo el año 1858, además de sufrir la pérdida de 133 barcos, mientras que otros 90 resultaron gravemente dañados. El barco más famoso que se hundió durante esa noche fue el clipper Royal Charter. Era una embarcación de lujo, que combinaba las ventajas de un vapor con las de un velero. Tenía una longitud siete veces mayor que su ancho, pero estaba construido en hierro y no de madera como la mayoría de los barcos de la época. Se encontraba en la última etapa de su viaje de dos meses desde Melbourne (Australia) a Liverpool (Inglaterra). Fue uno de los barcos de emigrantes más rápidos y famosos que operaron durante los años de la fiebre del oro australiana y podía transportar hasta 600 pasajeros y algo de carga.
El Royal Charter fue conducido hacia la costa por los vientos dominantes y sus máquinas de vapor no pudieron avanzar contra la tormenta. Chocó contra las rocas y, a su vez, golpeado por enormes olas, se rompió rápidamente. El número exacto de muertos no es seguro, ya que la lista completa de pasajeros se perdió en el accidente, sin embargo, se cree que se perdieron unas 459 vidas, incluidas todas las mujeres y niños a bordo. Solo hubo 40 sobrevivientes y sigue siendo la cifra más alta de muertes de cualquier naufragio en la costa galesa.
El hecho ganó mucha cobertura en la prensa nacional y concentró la atención en la necesidad de crear advertencias de tormentas para reducir pérdidas semejantes. Es aquí donde aparece Robert FitzRoy, fundador de la incipiente Oficina Meteorológica (actual Met Office), que había estado recopilando observaciones de todo el litoral británico desde 1854 y creía que su departamento podría proporcionar ese servicio. Produjo un informe detallado con gráficos para demostrar que la tormenta que afectó al Royal Charter podría haber sido rastreada y su trayectoria predicha. A través de sus análisis de ésta y de otras tormentas, FitzRoy demostró la validez de sus modelos y propuso un sistema nacional de alerta. Hubo muchas dudas entre la élite científica respecto a que el tiempo meteorológico podría predecirse de manera significativa, pero el gobierno permitió a FitzRoy probar su nueva ciencia del “pronóstico del tiempo” y establecer un servicio de Alerta de Tormenta.
El 1 de septiembre de 1860, comenzaron a recopilarse observaciones meteorológicas en la Oficina Meteorológica de Londres a través de un telégrafo eléctrico y el 5 de febrero de 1861 se emitió el primer aviso. Se usó una combinación de conos y cilindros izados en un bastón para advertir a los barcos tanto en el puerto como a lo largo de la costa si una tormenta se acercaba. El esquema comenzó a ser ampliamente popular y FitzRoy se convirtió en un héroe para muchos en la comunidad marítima. Además creó una guía para ayudar a interpretar los cambios en el barómetro, lo que fue especialmente útil para los pescadores que operaban desde puertos más pequeños y que no tenían acceso a las señales de advertencia.
La muerte de FitzRoy en 1865 fue una oportunidad para discontinuar el servicio de aviso de tormentas, impulsada dicha decisión por parte de la élite científica quien seguía criticando significativamente la precisión de los avisos. Sin embargo, el aumento inevitable de pérdidas humanas causó una protesta pública y, luego de una campaña en la prensa y en el parlamento, se restauraron los avisos de tormentas en 1867. El servicio continúa hasta nuestros días.
Quizás el lahuan habrá escuchado esta historia alguna vez. De seguro habrá experimentado más de un vendaval provocado por los famosos vientos patagónicos.
Verlo, estar con sus hermanos longevos en un lugar resguardado del parque, alejado de todo lo que sucede afuera del bosque, me hizo recordar a Barbol, aquel ent guardián del bosque de Fangorn en “El señor de los anillos”, quien le da cobijo a Merrin y Pippin cuando se encuentran escapando de los orcos un 29 de febrero del año 3019 de la Tercera Edad del Sol.
Por casualidad estuve con “el abuelo” un 1ro de marzo, quizás como un hobbit, quizás escapando también de los orcos, pero de esta edad…
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